El hombre sensible Se dice que el hombre sensible es bello, es poesía, pero solo he visto hombres estúpidos, que confunden amor con cualquier parecido al afecto. No lo digo con dolo, pues yo soy de esos hombres. Del tipo que se dice a sí mismo que ha tenido sexo,...
Hoy apagué la mente
24 de febrero de 2020
Hoy apague la mente, callé a la razón que predicaba como quien tenía toda la verdad, pero en profunda soledad me pregunte muy seriamente ¿De qué me sirve la absolutibilidad? Si esta no me otorga felicidad. ¿Qué importa si quiero creer en el amor eterno? Digo, en algo se habrá basado Disney, y aunque sea producto de la imaginación de un bello autor, ¿No tendrá acaso él la razón? La razón de apagar la conciencia y encender algo poderoso que ella.
A veces quiero gritar al cielo que me recuerde por qué tenías que irte de mi vida, pienso en ocasiones que alguna falta cometí y Dios me castigo con tu ausencia, ¿Pero ¿qué tan grave pudo haber sido? Seguramente de igual magnitud con la bondad que habré cometido para que él me permitiera encontrarte. Me gustaría maldecir mi suerte, lamentablemente a mi parecer es inexistente, que suertuda ha sido, pues así no puedo culparla.
Me encantaría poder volver el tiempo atrás, tener uno solo de tus besos otra vez, de haber sabido que era el último, te hubiese besado con más intensidad, si tan solo mi ángel de la guarda me hubiese advertido que te perdería, tal vez hoy aún te tendría, pero Dios le pidió que se callara para que en tus labios comprendiera que jamás estamos seguros de un mañana.
Te extraño, y si dejé de hablar fue porque no soportaba la realidad, en mi mente se armaba un complot en mi contra, cada día me recuerda que debí haberte besado más, debí haberte dado más, debí haber orado más, y el castigo divino por mi olvido ahora es tener que olvidarte…
Esto es algo que no te diría si no hubiese callado a la razón, pero, ¿Quieres saber quién te habla? Es sencillo, solo recuerda quién fue quien quiso quedarse contigo aquella noche cuando todo acababa, cuando la aurora se apagaba y se moría, cuando sin quererlo me veía obligado a olvidarte y dentro del ejercicio del olvido preferí rogarte, lástima, era demasiado tarde.
¿Adivinaste? Soy el corazón.