Libros
«Por un lado, me amas, o eso me han dicho, por otro, me juzgas, estoy confundido. Escucha a un desgraciado, vago en rima, lento en prosa, pero que aspira ante todo a tu mirada hermosa.» – Oración I (Fragmento)
Dios no es un concepto, es un ente propio, por tanto, incluso en el reclamo del verso o de la prosa se manifiesta su presencia. La vida no es color de rosa, podríamos apegarnos a aquel argumento filosófico sobre Dios y el mal, concluir su inexistencia y perder para siempre el sentido de la vida. No obstante, en un grito de auxilio, desde mi trinchera y con el único lenguaje con el que puedo expresar tanto sentir (el verso) le dirijo mi oración, tal vez la última, pero hasta ahora, la más sincera.
“Maldita prisa que me ha poseído, sin jinete la carroza, a galope y estruendillo. Nuestro amor en camino, atrás lo hemos dejado, en el golpe de dos cuerpos, el amor se ha suicidado.”
Ángel Domínguez, Poema VIII (Fragmento)
Una obra escrita en tan solo una noche, que en la desesperación del olvido ha buscado el suicido en la rima. En ella se narra una historia de amor desde la perspectiva de un joven, sujeto a la promiscuidad, propia de la edad, se enamora y al tiempo termina con ella, lo cual le acarrea un sufrimiento profundo que se posterga en los meses. Es por este sentir que se toma la noche, una noche para escribir su agonía, dirigida en obviedad a aquella dama, pero con la connotación de olvido, pues hay una resignación obligada. “Esta noche sí te olvido” porque no me ha quedado de otra.